domingo, 28 de noviembre de 2010

La educación, responsabilidad de todos; la escuela sí puede cambiar.



El cambio no es un factor nuevo. Así ha sido desde los comienzos de la humanidad. Lo que, sin embargo, sí es nuevo es el ritmo de este cambio, que ha reducido en gran medida el tiempo de adaptación. Cambios intrageneracionales y analíticos, con la explosión de conocimientos, el desbordamiento de información y la creciente complejidad de todo lo que existe y debe ser aprendido-comprendido.

En el periodo de cambio intergeneracional, la escuela y el profesorado sacaban al alumnado del pasado, representado por su familia y su comunidad, y le abrían una puerta por la que incorporarse al mundo de la modernidad -o al menos una ventana para atisbarlo-.

En el periodo de cambio intrageneracional, el ritmo de cambio sobrepasa no sólo al alumnado, sino también al profesorado, pero, a la vez, los factores de cambio están en la misma  comunidad de la que ya forman parte la mayoría de los alumnos y alumnas: la ciudad, con todos sus recursos y oportunidades, de manera que es posible que su familia y su medio sigan más cerca o protagonicen en mayor medida el cambio que el cuerpo docente y su grupo profesional.

La Escuela y sus posibilidades de transformar la realidad:

En el espacio de un currículum común y de una Escuela obligatoria y gratuita debe afrontarse el reto didáctico de diversificar las orientaciones, los métodos y los ritmos de modo que el alumnado que en sus procesos de socialización ha desarrollado actitudes, expectativas, conceptos, estrategias y códigos más pobres y alejados de la cultura crítica, intelectual, pueda incorporarse a ese proceso de recrear, vivir reproducir y transformar dicha cultura.

Los desafíos de la Escuela:

El desafío de la escuela se sitúa, pues, en la preocupación por facilitar la reconstrucción consciente y sosegada de los esquemas de pensamiento, afecto y comportamiento. Es decir, en recuperar e intensificar la función específicamente educativa de la misma: facilitar la oportunidad de que cada persona cuestione y se interrogue conscientemente sobre la bondad de los esquemas de pensamiento, afecto y conducta que ha adquirido de forma espontánea en los intercambios cotidianos con el escenario vital en que se ha desarrollado su historia.

Dentro del ámbito cognitivo, el desafío educativo se centra más en la necesidad de favorecer y estimular la organización consciente y racional de la información fragmentaria y sesgada, que en el incremento de datos e informaciones sobre los diferentes escenarios de la realidad natural y  social que rodea a la persona.

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